Hay momentos en la vida en que las emociones se agolpan, la amargura se acumula y, en la lucha constante para mantenernos a flote, podemos olvidarnos de la delicadeza de ciertos oídos pequeños. Pero, aunque el camino parezca agotador y empinado, aquí hay un consejo vital para ti: Jamás hables mal de tu ex a tu hijo. ¡Sí, lo has leído bien! ¡Incluso si tu ex te ha dejado con el corazón tan roto que parece que estás pisando cristales cada vez que te levantas por la mañana!
¿Te parece un poco loco? ¿Un poco irracional, tal vez? Permíteme explicarte el porqué.
Los niños son esponjas, no solo para los memes de TikTok y las nuevas tendencias de baile, sino también para las emociones y palabras de los adultos que los rodean. Cuando un niño escucha a uno de sus padres hablar mal del otro, crea confusión, estrés y, lo que es más importante, dolor. La imagen que un niño tiene de sus padres es una mezcla única de superhéroe, protector, mentor y mejor amigo. Cuando esa imagen se ve empañada, las repercusiones pueden ser significativas y duraderas.
Puede que estés preguntándote: “¿Cómo demonios voy a mantener la boca cerrada cuando estoy tan enfadada?” Bueno, amiga mía, aquí es donde entra la magia de la resiliencia y la autocontrol. No, no es necesario que te conviertas en un monje tibetano y encuentres la paz interior en medio del caos, pero encontrar formas saludables de expresar tu dolor y frustración puede marcar la diferencia.
Habla con amigos o con un consejero profesional, escribe un diario, golpea un cojín o, si te sientes especialmente osada, ¡prueba a gritarle a los árboles en un bosque cercano! (Te prometo que los árboles no se ofenden).
A pesar de todo, recuerda que no estás sola en esto. Muchas personas han caminado este sendero lleno de piedras y han salido fortalecidas al otro lado. Y sí, también hay días en los que te darás un golpe en la espinilla y soltarás algunas palabrotas. Pero no te preocupes, no estamos buscando la perfección aquí, solo la honestidad y la comprensión.
Lo que debemos tener en mente es que nuestros hijos son nuestra prioridad. Mantener la integridad de su padre, a pesar de nuestras heridas, no solo es un acto de amor para ellos, sino también para nosotros mismos. Al final del día, estás criando una persona, un futuro adulto que entenderá y apreciará tu madurez y tu sabiduría.
Así que la próxima vez que sientas ese veneno amargo a punto de salir de tus labios, recuerda el superpoder que tienes. Tú, como madre, tienes la capacidad de proteger y nutrir la mente de tu hijo, independientemente de las circunstancias. Y eso, querida amiga, es un acto de amor verdaderamente heroico.
Porque, a pesar de todo el dolor, tú eres el superhéroe de tu hijo. Y los superhéroes, a pesar de sus batallas, siempre ponen el bienestar de los demás en primer lugar.