Si bien al principio pueden resultar algo difíciles, una vez interiorizadas las tareas del día a día resultan de gran ayuda y beneficio a nivel psicológico. Además mejoran la autonomía y la responsabilidad de los niños y la convivencia familiar.
Todavía recuerdo el tiempo que tomaron mis padres en enseñarnos a mis hermanos y a mí a hacer las rutinas en casa. A pesar del enorme resto que representaba, con grandes dosis de paciencia y dedicación, nos ayudaron a ir automatizando tareas que a la larga potenciaron nuestra autonomía y facilitaron la convivencia. Equívocamente, en muchas oportunidades se asocian las rutinas a algo que es repetitivo y aburrido. Se terminan viendo como actividades que son pesadas y a las que se les agarra fastidio.
Sin embrago, en realidad, las rutinas son tareas que se realizan de forma automática, casi sin pensar. Las rutinas son, y deben ser, actividades que ayudan a organizar el día a día de forma más productiva, permiten interiorizar normas y a crear nuevos hábitos. Al comienzo pueden resultar un poco tediosas y difíciles de asimilar, pero una vez interiorizadas aportan muchos beneficios a nivel psicológico y emocional.
En cuanto al cerebro, las rutinas son atajos que permiten sincronizar tareas y hacer el deber casi sin esfuerzo, un ejemplo de esto sería lavarse las manos antes y después de comer, amarrar las zapatillas antes de salir de casa o ponerse el cinturón de seguridad cuando se va en coche o en los juegos mecánicos. Estos son muestra de actos automáticos que se realizan a diario o eventualmente y que no cuestan un gran esfuerzo porque están automatizados.
El establecer rutinas en casa permite que los hijos se sientan más seguros y cómodos, por consecuente menos nerviosos. Estas son actividades casi inconscientes y encadenadas que les proporcionan orden y estructura, esto les deja saber qué tienen que hacer y poder predecir qué va a ocurrir después. Por ejemplo, un niño sabrá que al acabar de cenar deberá llevar su plato y cubiertos al lavavajillas, cepillarse los dientes, disfrutar de cómo papá o mamá le explican un cuento y luego tocará ir a dormir.
En la adolescencia, si bien cambian cambian las tareas, estas siguen siendo muy importantes. Como padres debemos estar consientes de que los hábitos reducirán considerablemente las explosiones emocionales de los hijos, eso les ayudará a construir un buen equilibrio mental y sentimental a su vez que les hará sentir una conexión con sus padres y con el resto de miembros de la familia.
Eso por un lado, por el otro la falta de rutinas en casa puede traer problemas de comportamiento y comunicación. Por ejemplo, los niños tendrán muchos momentos en que están nerviosos, malhumorados, protesten con más facilidad y tengan más conflictos con los otros miembros de la familia. Además, habrá un mayor desorden y desorganización que provocará que, a menudo, se acabe alzando la voz porque nadie hace lo que estaba establecido.
Algo de lo que tenemos que estar consientes es que nuestros hijos aprenden rutinas dese que son bebés, la primeras están relacionadas con el sueño y la alimentación y, poco a poco, adquieren muchas otras que son necesarias para conseguir una buena convivencia. Los niños que vayan adquiriendo estas rutinas y el orden relacionado con ellas serán más organizados, perseverantes y autónomos, mostrarán más curiosidad por descubrir su entorno y tendrán más disposición para valorar las cosas y el trabajo de los demás ya que son responsables y agradecidos.
En casa, no es que como padres establezcamos rutinas inflexibles e impuestas por los, el objetivo es hacer partícipes tanto a los mayores como a los pequeños en la planificación, de modo que entiendan que pertenecen y contribuyen en el buen funcionamiento de la dinámica en familia. Demasiadas tareas en las que ellos se sientan obligados pueden crear aburrimiento y pereza o molestia al colaborar.
¿Cómo hacer que los niños adquieran rutinas?
1- Debemos explicarles con grandes dosis de afecto y paciencia la importancia que tienen las rutinas en el día a día, además de hacerles entender todos los valores positivos que aportan en la familia: cooperación, corresponsabilidad, respeto, perseverancia o esfuerzo, entre otros.
2- Diseña junto a ellos una tabla de rutinas con un orden lógico que, mediante observación, les ayude a saber qué actividades deben ir encadenando sin que se les tenga que recordar constantemente qué deben hacer y en qué orden. Los padres se deben asegurar de que los niños y los adolescentes entiendan perfectamente en qué consiste cada tarea y saben cómo realizarla.
3- En la medida que los niños crezcan, las tablas de rutinas deberán ir modificándose para que se adapten a las nuevas necesidades que surjan. Las tareas de un niño de 6 años no son iguales a las de alguien de 12.
4- Deben ser muy constantes y pacientes para conseguir que sus hijos vayan interiorizando las rutinas. En el caso de que no las cumplan se les debe recordar con cariño y empatía cuáles eran los compromisos a los que se había llegado y establecer las consecuencias lógicas y naturales a esa falta de compromiso.
5- Los niños aprenden a través del ejemplo. Por eso, como padres tenemos que ser el mejor modelo de modo que a la hora de realizar sus propias rutinas de sueño, alimentación, higiene o trabajo sepan que sus padres lo hacen igual de bien.