Al crecer y convertirnos en padres, entendemos el dicho: “La paciencia es una virtud”. Cuidar a nuestros hijos puede ser muy demandante, a veces nuestras emociones pueden desbordarse y es cuando terminamos gritándolos.
No obstante, diversos estudios científicos han demostrado que los gritos dañan psicológicamente a los niños y sus efectos se podrían comparar con los castigos físicos.
Riesgos de gritarle a los niños
Según investigaciones científicas, gritarle a tus hijos implica varias consecuencias a futuro:
- Los adolescentes expuestos a una severa disciplina verbal sufren elevados niveles de síntomas depresivos y tienen más posibilidad de demostrar comportamientos asociales o agresivos.
- Intentar controlar a tu hijo adolescente a través de los gritos puede provocar el efecto contrario y empeorar su conducta agresiva.
- Los gritos indican una ausencia de autoridad verdadera y le estás enseñando al niño que todo debe ser a los gritos, por esto empezarán a gritar ellos también para comunicarse cuando se enojen.
- Los gritos activan el miedo en los niños y como el cerebro está sincronizado de forma única para los gritos, hace que los niños se bloqueen.
- Les causa estrés emocional y de igual forma, no asimilan lo que estás explicando debido a que dejó de escucharte cuando se puso tenso.
- Lo único que logras es alejarlo de ti emocionalmente y que te pierdan el respeto.
- Las reprimendas verbales subidas de tono los hace sentir humillados, culpables e intimidados.
- Los gritos lastiman el autoestima de tu hijo y va derrumbando la confianza que se tienen a sí mismos.
- Los gritos causan heridas emocionales, por lo que crean momentos negativos en la memoria de tu hijo.
Te puede interesar: ¿Regalos emocionales por qué son tan importantes para los niños?
La forma correcta para educar a los niños
La frustración, ira, miedo o angustia son sentimientos que todo padre tendrá que afrontar en algún momento, pero es importante que mantengas el control para poder educar a tu hijo desde la serenidad o tranquilidad.
Cuando sientas que estás perdiendo el control, debes respirar y no alzar la voz. Si no consigues tranquilizarte, lo mejor será que te retires un momento antes de lastimar a tu hijo.
Recuerda que ni siquiera a un adulto le gusta que le griten y mucho menos muestra una mejor disposición para escuchar y rectificar los errores que ha cometido, entonces piensa lo mismo para tus niños, ¿por qué a ellos sí les gritas y les exiges que no lloren, que piensen claramente, que reaccionen de la mejor manera o que busquen soluciones para realizar la tarea que les pediste?
Ten en cuenta que no hace falta gritar a tus hijos para que hagan lo que les ordenas, debes reflexionar y preguntarte qué te hizo enfadar tanto: “¿Lo que hizo mi hijo fue tan malo o desde antes cargaba con una tensión acumulada por mi trabajo o un problema personal?”, “¿estoy exagerando la situación?”, “¿he sido lo suficientemente claro con la orden que di?” De esta manera podrás tener un panorama más completo de la situación.
Es importante que dialogues con tus hijos, en tu tono suave y cariñoso, pregúntale por qué no ha hecho lo que le pediste, a qué se debe su comportamiento para que te explique qué pensó en ese momento. Aquí es cuando debes escuchar las razones, validar sus sentimientos y mostrar empatía.
De esta manera estás creando mejores y más duraderas bases de comunicación, estás mostrándole que lo tienes en cuenta, lo respetas, lo valoras y lo amas tanto que les das el mejor trato que se merece.
En caso de que un día grites a tu hijo o hija, lo primero que debes hacer es reconocer que cometiste un error y después hablar con él o ella para asegurarle que intentarás no volver a gritarle.