Dicen por ahí qué el único medio para vivir mucho tiempo, es envejecer, y es que es un destino al que todos debemos llegar. Los años pasan y es un horizonte que no a todos nos agrada, pero la realidad de la vida. Pues llegar a la edad adulta, también implica algunas situaciones como depender del cuidado de otras personas, la atención y el afecto se vuelven lo más preciado.
Generalmente son los padres quienes cuidan a sus hijos, los ven como una prioridad y toda la vida se esmeran por brindarles bienestar, calidad de vida y la mejor educación. Sin contar que el amor sincero e incondicional, es la base de la relación de los padres y los hijos, pues los padres siempre van a estar dispuestos a apoyar y acompañar a sus hijos en cualquier situación. Además de orientarlos por el mejor camino, dejarles el mejor legado para que en un futuro, sean ellos quienes alcancen el éxito, cumplan sus sueños y se conviertan en un orgullo.
Pero la vida cambia y la moneda da la vuelta. Cuando los padres llegan a la vejez, a una edad adulta en la que se vuelven independientes para sus necesidades como seres humanos, inmediatamente acuden a que sus hijos, para que sean quienes apoyen en esta edad, pues se dice que es la misión de los hijos. Devolverles lo que los padres a lo largo de la vida dieron por ellos. Se trata de un trato recíproco, en el que los padres también se sientan igual de importantes, queridos y amados, sin convertirse en una carga. Pero debes tener claro que no es una obligación, sino un acto de amor.
El amor y las buenas cosas se demuestran con hechos y sin obligaciones
“El artículo 251 del Código Civil establece la obligación de cuidado y de auxilio que los hijos deben a los padres en su ancianidad, en el estado de demencia y en todas las circunstancias de la vida en que necesiten de su ayuda. Justamente, por expresa disposición del artículo 252 ibídem, tienen derecho al mismo socorro todos los demás ascendientes legítimos, en caso de inexistencia o de insuficiencia de los inmediatos descendientes. Significa que esta obligación extendida de cuidado y auxilio impuesta a los hijos se aplica frente a los abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, quienes son los ascendientes en línea recta y directa.”
En Colombia, bajo la sentencia de 451 del 2016, en su Artículo 251, se especifica sobre los derechos y obligaciones entre padres e hijos legítimos, además frente a los derechos de otros ascendientes legítimos, como abuelos, bisabuelos o tatarabuelos. Pero reflexionando y viéndolo con la mano en el corazón, ¿Crees que sea necesario una ley para obligar a sus hijos a cuidar de sus padres en la ancianidad?
Y tampoco se trata de pasar una cuota mensual, pagar una enfermera o echarse la bola de un hermano a otro, sino de convertirse en un equipo en el que tú seas quien pueda atender a tus padres en esta edad, acompañarlos en sus citas, brindarles afecto y amor así como ellos lo hicieron cuando tú eras una niña, que necesitaba a sus padres para ir al baño, para leer un cuento, acompañarte en momentos de pataletas y tristezas.
Así como nuestros padres hicieron los esfuerzos más grandes para que nunca nos faltará nada, es hora de recompensarlo con amor en una edad en la que ya ellos no tienen las mismas energías y salud para hacerlo.
Nunca será una carga, se trata de un acto de amor
Nuestros padres nos sacaron adelante, hicieron grandes esfuerzos, incluso dejaron de hacer o adquirir algunas cosas y nos vieron con ojos de fortuna y amor, porque no vamos a ver con esos mismos ojos ahora a nuestros padres, que están en la tercera edad, que más que nunca nos necesitan. Y si ellos nunca se resignaron, dieron lo mejor de sí para formar las personas que somos ahora y nunca nos vienen con una carga, no tendríamos porque creer que serían ellos una carga para nosotros.
Por el contrario podríamos ver la situación como una grandiosa oportunidad para demostrarles todo nuestro amor y poder devolverles lo mucho que ellos hicieron por nosotros, que incluso no nos va a alcanzar los años que le queden a ellos o a nosotros de vida para poder agradecerles.
Todo consiste en un círculo en el que la vida nos pone en los zapatos de otros; un día fuiste hija y tus papás dieron lo mejor de ellos para ti. Ahora te toca a ti dar lo mejor como hija, por el bienestar de tus padres, porque algún día también vas a llegar a la vejez y serán tus hijos quienes hagan lo que tú hiciste por ellos, pero más allá de convertirse en una obligación, es el amor lo que te lleva a hacerlo.